Autor: Javier Pérez Fernández
(170 pp.) – Ed. Círculo Rojo, 2023
Cuando el autor de esta lectura, que se ha quedado para siempre en mi alma, me escribió para decirme que le gustaría que leyese algunos capítulos y le diese mi opinión, me sentí inmensamente feliz. Pasó tiempo, mucho tiempo hasta que le contesté. Quería saborear sus líneas y comprobar, días después, que seguían en mí.
Hoy, con el libro finalizado, viéndolo una y mil veces más en mis manos, corroboro lo cortas que se quedaron mis apreciaciones, pues me ha cautivado desde el principio hasta el fin. Su cuidado estilo y la forma de escribir son sutiles y de una precisión que roza lo sublime. Caracteriza con mimo a sus personajes, ambienta los lugares y describe hasta los más mínimos detalles con una minuciosidad y un léxico exquisitos.
Todo está pensado. Desde su espectacular portada con una Irina que te atrapa el corazón abrazando a su osito Donki hasta las letras del título y de cada capítulo. Pura delicadeza.
Una guerra que estalla encuentra su punto de ternura y sensibilidad en la protagonista que todavía no ha cumplido los ocho años.
Todo cambió, sus vidas giraron bruscamente cuando los padres de Irina recibieron aquella aterradora llamada que anunciaba que la guerra había estallado.
Irina y su hermano habían ido a pasar el fin de semana con sus tíos y su primo pequeño a la casa de los lagos. Por la noche, a través de la emisora uno de los forestales rompió el descanso para anunciar que debían marcharse. Con precipitación y nerviosismo, suben al coche para huir. Mas nunca lo lograron juntos, una bomba alcanzó el puente cuando lo cruzaban y sólo la pequeña Irina y su osito lograron sobrevivir.
Sola y desorientada debe caminar entre la maleza y junto al asfalto. "Dos lagartijas que están plácidamente tumbadas al sol sobre el hormigón huyen despavoridas en cuanto notan su presencia, colándose por una diminuta rendija." (Vid. Pág. 96). Es fácil a la par que angustioso, sentir su soledad, el hambre y la sed, el miedo... Todo es palpable, tangible. Algunas páginas describen el horror que desgarra con suma desnudez: "Entrecierra los ojos para ver mejor, hay algo más. Justo debajo, un bulto yace inerte apoyado contra una de las ruedas. La gorra y la cabeza inclinada sobre el pecho le impiden ver su cara. (...) Teme lo que tiene ante sus ojos, pero también a los feroces perros que quedaron atrás. Se frota su nariz y decide continuar. Avanza de rodillas haciendo el menor ruido posible." (Vid. Pág. 105).
"El resplandor de las explosiones se atisba a veces en el horizonte y el fuego atraviesa la noche rasgándola con falsos meteoritos cargados de muerte." (Vid. Pág. 126).
Muchas veces me he detenido a leer y releer algunas líneas pues necesitaba sentirlas dentro de mí un ratito más. También me ocurrió con la historia de Donki, no quiero desvelarla porque es tan maravillosa que me encantaría que la descubrieras tú. Que descubrieras lo especial de ese oso de peluche, de su fábrica, de la divertida y entrañable relación de Irina con su abuela y lo que me llegó a lo más profundo: la historia de Nicolai Petko, el dueño de la juguetería que escuchaba su vieja radio... Y con el que nos volvemos a encontrar al final de todo, ya en el epílogo. Pero de esto... hablaré un poquito más adelante.
Junto a Irina, sus tíos y el dueño de la juguetería, el padre de la pequeña se hace protagonista indiscutible cuando saltándose todas las normas y controles, sale en busca de sus hijos y encuentra el cuerpo sin vida de uno de ellos. Su dolor insoportable me traspasó y también la fuerza que le sobrevino para encontrar a Irina.
Pero llegados a este punto de tensión, también de forma magistral, un periodista cuya vida ha sido toda una lucha, cubriendo la noticia, ve a Donki sosteniendo una nota que Irina puso en él. Esa nota cambiará el curso de la guerra, la detendrá. La fuerza de la inocencia, la blancura de un alma.
Quisiera escribir y escribir, mantener una conversación con quien lo haya leído, recomendárselo a tantas personas... Y es que, en medio del horror y la barbarie, el despropósito de la guerra es aniquilado por la esperanza encarnada en una niña. Una niña que, tras ser rescatada, acudió a dar un discurso en la Asamblea General de la ONU. Y un discurso que, un hombre de edad avanzada escucha en su vieja radio Erfurt.
"Escucha al locutor relatar el avance de la niña por la alfombra verde con su padre y cogida a su peluche, mientras se oyen de forma atronadora unos aplausos de fondo. No puede evitar esbozar una sonrisa. De alguna manera siempre había sabido que aquel juguete era especial y que estaba destinado a un propósito concreto. Cuando llegaron a sus oídos las primeras noticias de una niña con un oso de peluche y el impacto que había tenido, algo en su interior le había dicho que era él, su pequeño y adorado Donki.
El nombre de Irina significa 'paz'. No podía ser algo fruto de la casualidad. Ella también era única y el destino, de alguna manera, había unido a ambos para ganar esa batalla. El señor Nicolai Petko sabe que los dos han cambiado el rumbo de la guerra y que tendrán un hueco en los libros de historia. Respira aliviado sin poder contener la emoción. En la radio se hace el silencio para, seguidamente, dar paso a la protagonista. Cierra los ojos y deja penetrar la voz infantil en su mente. Su corazón se ralentiza y la paz invade todo su ser. Sus últimos pensamientos se van con ellos. Ya no volverá a ver otro amanecer." (Vid. Pág. 170).
Y el círculo se cierra mientras sigo abrazando al libro.
GRACIAS SIEMPRE JAVIER.
👏👏👏👏