Autora: Enid Blyton
Ilustraciones de Enrique Lorenzo - Traducción de Mireia Rué
(245 pp.) – Editorial RBA
Cuánta ilusión me ha hecho volver a leer a Enid Blyton, regresar a Torres de Malory y vivir el curso junto a Darrell Rivers, Sally Hope, Gwendoline, la señorita Potts, Mary-Lou...
Esta es una edición preciosa y nueva, muy diferente a la que yo disfruté hace ya años. Creo que es todo un acierto adaptarse a los tiempos que corren, a estéticas de color, a esas flores tan bonitas que adornan cada página... En mi mente dibujé los personajes de otra manera y hasta me ha resultado gracioso verlos aquí pues las ilustraciones recogen fielmente las personalidades, la esencia de cada una de las niñas.
"Se dirigieron al andén. Enseguida llegó un tren muy largo con el cartel de 'Torres de Maloru'. Todos los vagones estaban reservados para las alumnas de ese internado. En las ventanillas había pegados distintos carteles. la primera serie rezaba 'Torre Norte'. La segunda 'Torre Sur'. Luego venían otros compartimentos con el cartel 'Torre Oeste' y, finalmente, otros donde se leía 'Torre Este'. (Vid. pág. 8).
Todo era ilusión dentro de ese tren. Tanto para las que ya habían estado como para las nuevas internas. La encargada de la Torre Norte, la que mejores vistas tenía y en la que se alojaban las pequeñas, era la señorita Potts.
"El viaje hasta Torres de Malory era largo, pero como el tren disponía de vagón-restaurante y se organizaron turnos para que las niñas pudieran ir a comer, el trayecto se hizo más corto. También tomaron el té en el tren. Al principio, las niñas no paraban de hablar, pero a medida que fue transcurriendo el día se fue imponiendo el silencio y algunas incluso se quedaron dormidas. ¡Era un viaje interminable!" (Vid. pág. 17).
Una vez ya en el internado, los nervios, las expectativas, llegar a las habitaciones, colocar la ropa... Todo un bullicio de emociones que van a ir acompañando en el día a día a las protagonistas. Con cuidado, la autora, descifra esos sentimientos y los acompaña de moral y buenos principios como los que desprenden las palabras de la directora a las nuevas alumnas: "-Un día dejaréis la escuela para incorporaros al mundo como jovencitas hechas y derechas . Deberíais salir de aquí con la mente despierta, el corazón bondadoso y la voluntad de ayudar a los demás; con una buena formación en diversas materias y el deseo de acepar responsabilidades y de ser mujeres en las que se pueda confiar y a las que valga la pena amar. Todo esto lo aprenderéis Torres de Malory si queréis. No me tomo como un éxito que las alumnas ganen becas y aprueben los exámenes con nota, aunque, por supuesto, son cosas buenas. Considero que hemos tenido éxito con aquellas alumnas que han aprendido a tener buen corazón, a ser mujeres amables, buenas, sensibles y sensatas, mujeres en las que el mundo pueda apoyarse. Fracasamos con aquellas alumnas que no han aprendido todo esto después de haber pasado unos años aquí." (Vid. pág. 36).
Asistimos a las travesuras, los engaño y los enfados que dan paso después a las más fuertes y sólidas amistades. Los celos, envidias e intolerancias y al tiempo: los sabios consejos, la lealtad y la superación.
Me quedo con un poquito de cada una de ellas y, si cierro los ojos, me veo de nuevo en Malory, como ya otras veces estuve, algunos años atrás.
Sin duda, esta saga juvenil escrita entre los años 1946 y 1951, para mí sigue de total y completa actualidad. Es amena, entretenida y está llena de vida y de todos esos problemas que con once o doce años crees que son infranqueables monstruos. Ya estoy deseando empezar el segundo y regresar a Malory.
Desde luego sigue siendo una lectura de plena vigencia, aunque hayan pasado años desde su primera publicación. Al fin y al cabo todo está ya descubierto en el ser humano y su comportamiento. Buen trabajo.