En una época de señores feudales y vasallos, de poder y lucha. En un momento histórico de alianzas forjadas entre matrimonios y revueltas que cambiaron el rumbo de la Historia. Tiempos de castillo y medievo. En ellos, Moeche, con su imponente construcción del siglo XIV, propiedad de la nobleza de los Andrade; tiene algo que contarnos.
Estamos ante uno de los primeros castillos que protagonizaron las Revueltas Irmandiñas en el año 1431. "Los miembros de la Hermandad Fusquenlla desde Ferrol, liderados por Roi Xordo, un hidalgo de la Casa de los Andrade, un hombre de la tierra, marcharon a enfrentarse con el Señor Nuno Freire de Andrade, apodado 'O Mao'. pero este, antes de verse acorralado, hyó al castillo de los Andrade en Pontedeume. Los irmandiños furiosos derrumbaron el castillo de Moeche, pero años después, en 1468, fuern obligados a reconstruirlo por orden de Pedro Álvarez de Osorio, Conde de Lemos. Hasta 1890 lo que no pudieron los irmandiños, lo pretendió uan orden a de subasta de la Casa de Alba para 'piedra del montón' por un importe de dos mil o tres mil reales. Finalmente, la presión popular evitó la desaparición del castillo y se suspendió 'in extremis' aquella subasta." (Información tomada del folleto que nos dieron al comprar las entradas).
El foso que rodea la fortaleza se acerca en algún punto a los diez metros de profundidad. Es lo primero que vemos al subir hacia la imponente fachada. Las investigaciones arqueológicas han llegado a descubrir incluso las marcas de los picos al escavar en la roca. Se encuentra sobre una colina pedregosa, en el bonito valle de San Xurxo.
Su forma es poligonal irregular y cuenta con una sola torre, la del homenaje, en la que es fácil identificar los escudos de las familias que antes mencioné y que fueron las que mandaron construir el castillo actual en la decada del los 70 del siglo XV. Junto a la ventana que se ve en la torre, a la izquierda se encuentran los dos logos de Osorio y a la derecha: un castillo, un león y seis círculos (emblema de la familia Enríquez de Castro). Los dos escudos simbolizan la unión, la boda entre Beatriz Enríquez de Castro y pedro Álvarez de Osorio, que ostentó el título de primer Conde de Lemos.
Un poco más abajo, a la izquierda, encontramos el escudo del Duque de Arjona, importante título del linaje de Beatriz.
Sus muros, de entre 11 y 13 metros de altura, son de mampostería de losa y granito Forgoselo. Los frecuentes asedios en la Edad Media, llevaron a la búsqueda de muros más anchos y resistentes, lo que llevó a la construcción de saeteras más profundas como puede apreciarse en las imágenes superiores siendo éstas uno de los elementos más característicos de la defensa militar de la época. La base de este castillo cuenta con doce saeteras que otorgaban control a los habitantes frente a las amenazas del exterior.
Entramos a través de la torre del homenaje y el amable guía que nos ofreció las entradas y nos dio el folleto, nos explicó brevemente la historia del castillo llenando nuestras mentes de pasado y nuestra imaginación, de guerras y leyenda. El PATIO DE ARMAS o DE HONRA se dibujaba ante nosotros como una posibilidad de viaje en el tiempo, desde el mismo, tal y como nos dijo él, accedíamos a tres estancias bien diferenciadas: a la derecha, la de la servidumbre, al fondo la cocina, las habitaciones y las caballerizas y a la izquierda, la de la gente de armas y el acceso al paso de ronda por medio de una escalera helicoidal de cantería que recomiendo subir haciendo algunas pausas.
Por él supimos también cuáles eran los restos que, desde dentro, quedaban del castillo primitivo y, que tan bien reflejan las piedras diferenciadas de la segunda imagen de esta serie superior.
Tras subir las escaleras, ya en el ADARVE o PASO DE RONDA, las vistas son realmente espectaculares tanto al patio de armas y demás estancias como al valle en el que el castillo descansa.
Entramos en su TORRE DEL HOMENAJE. Un dato curioso es que la del antiguo castillo contaba con unos ocho metros de altitud aproximadamente frente a los dieciocho del actual.
Cuando se comenzó a escavar en Moeche sorprendió el hallazgo de una muralla antigua que no coincide con la del castillo actuat. Era la fortaleza original que probablemente fue derribada durante las Revueltas Irmandiñas.
Así se descubrieron en pleno patio de armas los cimientos de una torre rectangular, de la que parte una muralla que sobresale cara a la barbacana y que pasa por debajo de la torre del homenaje.
Y tras visitarlay disfrutar de las vistas desde la misma, volvimos por el Adarve para bajar unas escaleras de madera que conducen a las estancias en las que se encuentra la maravillosa y completa exposición: "Castelo derrubado pola Revolta Irmandiña".
Información completa sobre lo que fueron y supusieron las Revueltas, quiénes eran los "irmandiños", cómo se atacaban los castillos, cuántos existían en el siglo XV y cuántos quedaron en pie o se reconstruyeron... todo esto y mucho más, en el mejor de los entornos para vivir esa época: el castillo de Moeche.
Cuenta uno de los paneles que abren la exposición que: "A mediados del siglo XV, las malas cosechas, el hambre, las enfermedades y las guerras marcan una crisis del sistema feudal en Europa. Os ingresos bajan, lo que hace que muchos señores decidan aumentar las rentas o mismo inventar nuevos tributos que permitan mantener su nivel de vida.
Robos, amenazas, secuestros... El pueblo no puede soportar este abuso y da por finalizado su 'contrato' señor-vasallo, preparando una revuelta espectacular. Durante dos años van a dejar de pagar las rentas, atacar prácticamente todos los castillos gallegos y gobernarse a sí mismos intentando cambiar el sistema feudal, abriendo una nueva era cara a la modernidad".
Diferentes escenarios, años de luchas y enfrentamientos, de sangre y dolor.
Cuatro grupos sociales formaban parte de los IRMANDIÑOS: labradores y pescadores, burgueses que favorecían las rutas comerciales y mantenían los caminos sin bandidos, la Iglesia (a excepción de los obispos) que poco a poco fue recuperando propiedades que le habían sido confiscadas por los señores y numerosos hidalgos y caballeros que empetizaron con los ideales.
Más de cien castillos fueron derribados, una cifra que se viene barajando, si bien es cierto que no se sabe con exactitud el número.
Y frente a la impotencia, me quedé por un buen tiempo mirando este mapa y recorriendo con angustia los que conozco y los que ya no podré jamás. Ojalá pudiese volver atrás en el tiempo. La furia irmandiña los arrasó, eran el símbolo de una nobleza que sometía al pueblo con su abuso de poder.
Quiso el alivio de la distracción que mueve la curiosidad alejar de mi mente la angustia y desolación en la que me sumergían las informaciones, los datos... y fue cuando reparó en la vitrina que recoge un detalle curioso. Nos habla de Soledad Campos Gil (1901-1993), mujer cantera que nació en Felgosa en el seno de una familia que siempre trabajó el "toelo", la piedra de Moeche. Y a la que el pueblo le rinde un homenaje con la bella escultura que muestro a continuación situada a los pies del castillo.
Ella fue la primera mujer de la que se tiene constancia, que elaboraba los conocidos "lapiciños"
o "xabonciños". Conocedora de las piedras de "toelo", escogía las que tenían una tonalidad más clara pues en ellas había mayor concentración de talco.
Los "xaboncillos" eran muy apreciados en los astilleros pues con ellos se podía marcar el hierro con el que se fabricaban los barcos. Las marcas que dejaban eran blancas y finas y no se borraban aunque el hierro alcanzase altas temperaturas.
En el siglo XIX el castillo estuvo a punto de desaparecer, como ya había pasado siglos atrás con la revuelta irmandiña. En este caso la amenaza era otra. Tras el abandono que sufría, muchas piezas habían desaparecido para ser utilizadas como material de construcción y la Casa de Alba preparó una puja y asi vender la piedra para cantería. Afortunadamente, el historiador Federico Maciñera dio el grito de alarma y su voz consiguió la presión oportuna y necesaria para detener tal locura.
El pueblo con acciones como el Festival Irmandiño que se celebra cada año desde 1980, el tercer sábado de agosto, consigue finalmente la rehabilitación. Y tras un acuerdo entre el Concello y la Fundación Casa de Alba, en el año 1991 dan comienzo los trabajos.
Con la ilusión puesta en asistir a ese festival de música y poder entrar de nuevo en el castillo, despido por el momento esta publicación albergando el deseo de que te haya gustado y decidas algún día visitarlo.
Visita e imágenes tomadas el 27 de diciembre de 2024
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