
Autor: Francesc Miralles
(192 pp) - EDICIONES B, 2008
Marius, Nico y Senda son el CÍRCULO ÁMBAR, un club secreto lleno de ganas de desvelar misterios y en esta ocasión ya el propio lugar prometía desde el título.
¡Cuántas teorías giran en torno a Stonehenge! Cada vez que leo más sobre él, más me maravillo y sueño con poder algún día visitar el que ya es sin duda, uno de los monumentos prehistóricos más importantes.

La profesora les había pedido que investigasen cómo vivían los ingleses y una nota inesperada llega a Senda. El misterio los llevará a las extrañas psicofonías de Stonehenge y a preguntarse qué ocurrió con los gemelos desaparecidos.
"—Ha llegado un mensaje a nuestra web, por fin un verdadero misterio! —anunció el organizador del grupo mientras ponía en marcha el ordenador.
Esta vez el Círculo Ámbar se había reunido en el estudio de Nico, quien había programado la web para que se dieran a conocer sin que tuvieran que revelar su identidad. En el monitor, el disco con el lema «Contacta con nosotros» parpadeaba indicando que había entrado un mensaje aquel mismo día.
Senda esperó impaciente a que su amigo hiciera un doble clic en el disco y se abriera el mensaje sobre el fondo ámbar:
De: rdztm@www.com
Para: circuloambar@hotmail.com
Asunto:
MUERTOS QUE HABLAN
Las psicofonías registradas en un cementerio cercano a Stonehenge
provocan el pánico entre la población local (...)" (Vid. Pág. 21)
Y así fue como El Círculo Á,bar ideó todo para la investigación. La fortuna hizo que la familia de Marius tuviese una casa de la que se iban a deshacer justo en el entorno de Stonehenge.
"Capitaneados por el padre de Marius, el Círculo Ambar se puso manos a la obra para acondicionar la casa donde iban a vivir el inicio de las vacaciones, aunque el espíritu de la Navidad parecía morar muy lejos de aquel páramo desolado.
Instalaron la lámpara de gas en el centro de la planta baja y empezaron por tapar la ventana rota. Para ello utilizaron una tabla, que pudieron fijar gracias una caja de clavos encontrada en una cómoda apolillada.
Lo siguiente fue liberar de trastos una mitad de la planta baja para poder aprovechar una mesa maciza como comedor y sala de reuniones —«sala de juegos» en palabras del señor Spence, que entendía que a los trece años sólo se puede jugar.
Esta operación les llevó dos horas agotadoras tras las cuales acabaron cubiertos de polvo y serrín. Antes de iniciar los turnos de ducha, contemplaron orgullosos su obra: aquello ya se parecía bastante a un hogar; tal vez un poco espartano, pero hogar a fin de cuentas.
Afortunadamente, una gran bombona de gas medio llena —encajada bajo la escalera— alimentaba la débil calefacción y el agua del baño." (Vid. Pág. 54).
"El recinto de Stonehenge se alzaba majestuoso en medio de una suave ondulación. Aunque Nico había visitado aquel monumento megalítico en la infancia, volvía a asombrarse ante aquella obra maestra de la ingeniería prehistórica.
Tras sacar entradas de estudiante en las taquillas, el Círculo Ámbar se detuvo en un merendero plagado de aves negras —como había recordado Nico en clase— de dos tamaños diferentes. Enormes cuervos pugnaban por llevarse migajas de bocadillo, que pájaros más pequeños capturaban con gran habilidad.
—Son estorninos —dijo Marius mientras admiraba el vuelo de uno de aquellos pájaros de tupido plumaje negro. Lo sé porque a menudo visitan el jardín de mi casa.
—¡Qué graciosos son! —exclamó Senda.
Mientras sus amigos observaban el atribulado banquete de las aves, Nico ya había desplegado sobre una de las mesas de pícnic el equipo para hacer «trabajo de campo» en Stonehenge." (Vid. Pág. 67).
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