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El Pazo de Lourizán


Autora: Lola Fernández Pazos

(397 pp.) – Editorial HarperCollins Ibérica


Hace días que terminé esta inolvidable novela y hasta ahora no he sido capaz de ponerme a escribir sobre ella pues una parte de mí se negaba a aceptar que las páginas las había recorrido ya y había llegado al desenlace que tanto deseaba conocer.

Desde que vi la portada supe que me atraparía, que sería una de esas historias que ansío llevar en mi alma. Quiso entonces la fortuna que su autora viniese a presentarlo y allí estaba yo, con la ilusión de quien espera algo mágico.


El libro habla de su historia, de secretos silenciados en su familia que por fin ven la luz de una promesa cumplida.

Escuchar a Lola Fernández es sentir cercanía a la vez que un trasfondo de misterio la envuelve. Lucha de emociones y agua fresca en su alegre forma de ver la vida. Es una mujer fuerte y valiente, emprendedora, capaz de todo y lo que es más importante: capaz por todos.

Ahora que abrazo El Pazo de Lourizán entiendo mucho de lo que aquella mañana escuché. Su personalidad arrolladora y la elegancia que viven en ella son herencia de un pasado y a la vez son la esperanza del futuro.

Cuentan las páginas la historia que tuvo que ser callada durante años, encarcelan el dolor para luego liberarlo en cada línea. Ya no se repetirá, saldrá a luz con la serenidad del perdón hacia quienes no supieron o no pudieron, a quienes odiaron y temieron. Pues el amor todo lo puede.


Viajando entre tres líneas temporales, me atrevo a decir que es una obra que comienza in media res pues parte de una carta en la posguerra vivida por una pequeña niña, Lúa, y su familia. Se traslada en la segunda parte a lo que ocurrió antes de que estallara la guerra y cierra el círculo la actualidad con Lúa ya joven y luego adulta.

Comienza así su prólogo:

"Marín (Pontevedra), enero de 2019

Esta historia no tendría que haber ocurrido. No es un argumento inventado con personajes inspirados en una época inexistente o acciones moldeadas en pro del interés literario y el gusto por la imaginación, sino el fiel y vivo reflejo de una realidad que unos quisieron ocultar y otros prefirieron contar... Sospecho que no te resulta sencillo escribirla. Tener que dotar a cada uno de los elementos que la componen de unos mínimos atributos ficticios para lograr esa necesaria distancia que te permita digerirla y afrontarla antes de que caiga en el olvido para siempre.

Creciste entre susurros que contribuyeron a agudizar tu intuición. En mitad de la transición política en la que nadie podía hablar, todo era secreto y oscuro." (Vid. Pág. 13).


Lúa vive con sus tres hermanos y sus padres en Madrid, corre el año 1974 y es Navidad. Con una sutil y cuidada ambientación, me parece estar en esa casa tan llena de vida, de olor a hogar y dibujar sentada con esos niños, con sus lápices de colores Alpino y las ceras Manley tan bonitas postales. Pero... aquella Navidad, fue diferente a las demás porque ocurrió algo muy importante, algo misterioso y decisivo que causó un dolor punzante atravesando por completo a la madre de Lúa: la llegada de un nuevo sobre con ribetes rojos y azules.

En esta primera parte de la novela, que además de cuidar todos los detalles que contextualizan el momento, conocemos a las protagonistas y también a Madrinita, a la que rodea el misterio de no tener el mismo apellido y hace que vuelva una y otra vez a Lúa la pregunta de por qué no la llaman abuela. Y también se abre el interrogante del porqué de aquella fotografía en la que su padre aparecía junto a otra mujer que no era su madre.

"A pesar de sus alucinaciones y apariciones diabólicas, para ti Madrinita representaba esa especie de hada madrina al más puro estilo Mary Poppins que todas las familias deberían albergar en sus hogares para despertar a imaginación y fantasía de los más pequeños. Extraña, siempre perfumada y vestida con sus impolutos trajes de chaqueta y falda, Madrinita procedía de un mundo distinto al vuestro y, si bien no volaba como la de la película, tampoco tenía los pies en la tierra.

Venía del norte, de Galicia. Con una estatura inabarcable y una figura rotunda. Le sacaba dos palmos a tu madre y tenía un rostro extremadamente cuadrado frente a vuestras caritas ovaladas. Por su forma de hablar y comportarse, no se parecía a ninguna de las abuelas que conocías. A sus setenta años vivía entregada a sus tres únicas pasiones: los zapatos, los negocios y Dios. En una época en la que pocas mujeres trabajaban fuera del hogar y mucho menos en puestos de responsabilidad, ella era la Jefa, así, en mayúsculas. Gobernaba todo, la casa, la familia y el dinero. Regentaba la fábrica de hielo de Marín que, a decir verdad, no sabías muy bien para qué servía ni a qué tipo de demanda respondía, pero que te resultaba tan enigmática como la Antártida de Jules Verne." (Vid. Pág. 31)


De estas páginas que nos dejan con varias incógnitas he de resaltar cuánto me impresionó el acierto de la autora que narra el día a día en segunda persona estableciendo un diálogo con la pequeña Lúa que consigue de forma mágica y fluida acercarnos todavía más a ella. Y también la vívida nitidez de los veranos felices que me hacen recordar los míos, aquellos días en los que los primos jugábamos bajo el sol sin preocupaciones. "Los encuentros con la familia gallega, en esa playa donde el mar chocaba con las rocas para formar un pequeño lago, manso y menos turbio que el resto de las playas, siempre conseguían ser los más impactantes de tu infancia y adolescencia.

(...) Dolors, Ángela, Madrinita, tu misma madre, y sus descendientes, Sefa, Xita o tu prima Norma, representaban a esas mujeres corajudas, fuertes, que disponían todo, movían el engranaje de la vida, llevaban la casa, se encargaban de los estudios de los niños, la gestión de la economia familiar, la toma de decisiones difíciles y hasta de cargar con las preocupaciones de todos. Eran las inteligentes, las resolutivas, las valientes, las que siempre resolvían los problemas y tiraban para adelante, las que nunca enfermaban, aunque estuvieran muriéndose. " (Vid. Pág. 69).

Y en esa fuerza de las mujeres, Lúa entra en la juventud habiendo conocido por fin que aquella mujer que aparecía en la fotografía, había sido la primera mujer de su padre. Los secretos van saliendo poco a poco a la luz para cerrar esta primera parte con algo que me hizo volar: "Aunque por entonces tú no lo supieras, la Escuela de Forestales de Pontevedra, donde tu padre se formó, y el Pazo de Lourizán, una al lado del otro, ubicados en el mismo recinto, se convertirían en el hilo conductor de tu vida y la razón de tu existir. Después de su gran pérdida y tras abandonar Paymogo, él se refugió donde más a gusto se sentía: el monte, con la única compañía de los árboles, las plantas y los animales que lo habitaban y lejos de las miradas. Tendría unos treinta años cuando la vida le instó a recobrar sus raíces gallegas y volver a empezar en la tierra de su padre, con otro paisaje y otras personas..." (Vid. Pág. 101).

...............

La segunda parte es quizá la que más me enamoró, me sentí allí, entre el Pazo de Lourizán y la aldea y viví el dolor dentro de lo más profundo de mi corazón.

Los Carballo son una importante y rica familia afincada en el Pazo. Burgueses gallegos dedicados al comercio marítimo y a la industria alimentaria, "dueños y administradores de Gaseosas Carballo, la conservera Carballo, la chocolatería Carballo y la fábrica de salazones Carballo, apenas tienen tiempo para entretenerse en cuestiones del corazón." (Vid. Pp. 155 y 156). Viven vidas regidas por los convencionalismos establecidos, llenos de estereotipos y directrices. Mas... quiso el amor romperlos y es así que Aldo, el primogénito se enamora perdidamente de Xoana nada más verla. Ella, sencilla, humilde y honesta, comienza a trabajar en la fábrica y felices, aunque en secreto para la familia, tienen una hija (Nita). Él enferma y poco antes de morir, en el hospital le pide a su hermano que cuiden de ellas, que revele el secreto que hasta ahora no había podido contar a su familia.

El choque es tremendo y la rigidez del patriarca que además pretendía unirlo a Eugenia y así acrecentar la riqueza y posición de ambos linajes, no admite ni a Xoana ni a la pequeña, pero es el corazón de su hija y luego el de su esposa quienes lo ablandan y así, la pequeña se cría con ellos en el pazo.

Desgarradora la soledad de Xoana que, además de haber perdido al amor de su vida, tener que separarse de su pequeña pensando en el mejor futuro para ella, debe criar sola a la segunda de las hijas de Aldo bajo la mirada acusadora de todos que no creían que él fuera el padre. Mucho sufrimiento y un dolor que la llevó a escoger una vida que acabó con ella embarazo tras embarazo y miseria tras miseria.

Y mientras... años difíciles para España, Don Aldo dice a la familia que el Gobierno necesita el Pazo de Lourizán para instalar en él la Escuela de Forestales. "Quieren adquirirlo a un precio irrisorio, pero eso es cuestión de los herederos de Montero-Ríos, que siguen manteniendo la propiedad. El problema es que, a pesar de ser inquilinos y de tener agunos derechos, no podemos ni elegir el día, debemos abandonarlo antes de dos meses.

-O sea, que nos desalojan, así, por las buenas...

-Se trata de un capricho del Generalísimo y no se puede negociar. Como sabes, nosotros compramos el pequeño pabellón de invitados de invierno, ubicado al lado, pero ellos no han hecho referencia a esta parte, así que no diremos nada. Las escrituras están con todo lo demás en la caja fuerte del pazo, en una carpeta de fieltro granate. llegado el momento, algún día lo podremos vender." (Vid. Pp. 249 y 250).


Y así fue como abandonaron el pazo. "La única hija de los Carballo se adentraba en la vida adulta cuidando de su pequeña sobrina. Eugenia y Ramón habían hecho las delicias de sus padres con dos hermosos varones. Jaime y Dolors se habían casado discretamente y ya tenían una preciosa hija rubia, Ángela con quien Nita empezó a compartir sus juegos. El hijo menor Roi, mantenía la ilusión de ver mundo y ya estaba pensando en embarcarse hacia Caracas, aunque todavía no se lo había confesado a sus padres.

Los abuelos, doña Emilia y don Aldo Ramón, observaban orgullosos cómo su estirpe se perpetuaba y su patrimonio volvía a engrandecerse. Aquel fue el momento más feliz de la familia, rodeados de nietos y con los hijos colocados. Parecía que nada podía impedir el crecimiento y el bienestar de la vejez hasta que la vida los golpeó de nuevo. " (Vid. Pág. 276).

...............

... Y con el alma en vilo, llego a la tercera parte: Londres, julio de 1987. Lúa ha decidido seguir la pista de aquellos sobres misteriosos, necesita conocer sus orígenes y desvelar todos los secretos ocultos que llenaban de sombras la historia de su familia.

"Convertí la ciudad de Londres en mi único objetivo. Pese a ser ya una joven de dieciocho años, todavía preservaba intacta la curiosidad de la pequeña Lúa que un día fui. En mí aún pervivía ese infinito interés por lo incomprensible que tanta crispación le provocaba a mi madre. No me había olvidado de ningún epidosio de mi infancia, ni de los sobres de ribetes rojos y azules navideños, ni de los remordimientos de Madrinita, ni de la malvada carta mecanografiada. Todo permanecía en mi memoria a la espera de ser despejado. " (Vid. Pág. 289).

Y así fue como en Londres conoció a Parixtu, su tía. Ella fue quien había estado escribiendo a su madre y ella fue también quien le contó toda la verdad pidiéndole antes de morir que la sacase a la luz. La propia Lúa nos dice: "Así fue como me enteré de que Nita, mi madre, había sido la primogénita de la familia creada por Xoana Palacios, pero luego vendrían Bela, Consuelo y Paritxu, a la que con el tiempo siguieron Gabino, Manuel y Amalia. En total, mi abuela daría a luz a siete hijos, todos criados como auténticos hermanos entre sí, todos sin padre, más los que no llegaron a nacer o venían muertos." (Vid. Pág. 351).

Os aseguro que, con más lágrimas en los ojos de las que ya derramé en la segunda parte, en esta tercera: el desgarro, los reproches, la vergüenza de Xoana; el calor y la acogida de Paritxu y el dolor de su despedida; la crueldad de Eugenia Saraiva y su conspiración con Bela, la forma callada en la que Nita tuvo que aprender a llorar, el silencio de una vida cargada de secretos y todo lo que Lúa tuvo que ir hilvanando, hacían que mis ganas de gritar tratasen de dar paso a la necesidad de comprender.

Lúa consigue unir la parte de la escritura en la que su familia era dueña del pabellón de invitados con la otra mitad que poseía la hija de Ramón Carballo y Eugenia, hoy dueña de un hotel en dicho lugar.

A partir de aquí, una nueva vida comienza para Lúa. La verdad ya ha visto la luz, ella ha cumplido la promesa de contarla y el Pazo de Lourizán sigue ahí, pieza angular de toda esta historia, de todas las historias que en torno a él han tramado redes de odio, venganza, pero también de amor, familia y perdón.


Gracias por una novela que jamás olvidaré, Lola Fernández Pazos. Ahora mi sueño es visitar Lourizán, ver en su escalinata a Nita y sentir que ella y Lúa sonríen. No sólo me ha embelesado como deseabas en tu bonita dedicatoria, se ha metido en mí YA PARA SIEMPRE. Y estoy segura de que sus páginas volverán a llamarme.





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