
Autor: C. S. Lewis
Ilustraciones de Pauline Baynes - Traducción de Gemma Gallart
(252 pp) – Ed. DESTINO, 2006
Título original: The Magician's Nephew
Mucho he tardado en viajar a Narnia. Esta fantástica novela se publicó por primera vez en 1955 y desde entonces ha sido leída por miles de personas que se adentraron en su universo de fantasía y creo, han regresado a él una y otra vez.
Aslan me rescató y me llevó a su mundo llego de mágica Naturaleza, de criaturas increíbles y posibilidades infinitas.

Digory y Polly abandonan el Londres del siglo XIX tan bien dibujado en las primeras páginas para, gracias a la magia de unos anillos, entrar en otro mundo y llegar así al maravilloso reino de Narnia justo en el momento en que nace.
"El león iba y venía por aquel territorio vacío y entonaba una nueva canción. Era más dulce y melodiosa que la que había cantado para invocar a las estrellas y al sol; una suave música susurrante. Y mientras andaba y cantaba, el valle se llenó de hierba verde que se desparramaba a partir del león como un estanque. La hierba ascendió por las faldas de las pequeñas colinas como una oleada, y en pocos minutos trepaba ya por las laderas inferiores de las lejanas montañas, convirtiendo aquel mundo joven en algo cada vez más mullido.
Ya se oía el suave viento que rizaba la hierba, y muy pronto hubo otras cosas además de hierba.
Las laderas más altas se oscurecieron con matas de brezo, y retazos de un verde más tosco y encrespado aparecieron en el valle. Digory no supo lo que eran hasta que uno empezó a brotar cerca
de él. Era un menudo objeto puntiagudo que echó docenas de ramificaciones y los cubrió de verde mientras crecía a un ritmo de tres centímetros cada dos segundos. Docenas de aquellas cosas rodeaban ya al pequeño, y cuando fueron casi tan altas como él se dio cuenta de lo que eran.
—¡Árboles! —exclamó." (Vid Pág. 143 y 144).
Narnia comienza a vivir y desprende tanta belleza que son páginas a las que he vuelto una y otra vez...
"El león abrió las fauces, pero no salió ningún sonido; exhalaba, un largo y cálido aliento, que pareció balancear a todos los animales igual que el viento balancea una hilera de árboles. En las alturas, desde un punto situado más allá del velo de cielo azul que las ocultaba, las estrellas volvieron a cantar; era una música pura, serena e intrincada. Entonces se produjo un veloz fogonazo parecido a una llamarada —que no quemó a nadie— procedente del cielo o del mismo león, los niños sintieron que toda su sangre hormigueaba, y la voz más profunda e impetuosa que habían oído jamás empezó a decir:
-Narnia, Narnia, Narnia, despierta. Ama. Piensa. Habla. Sed Árboles Andantes. Sed Bestias Par-lantes. Sed Aguas Divinas." (Vid. Pág. 159).
"- Criaturas, os doy vuestro ser —dijo la voz potente y alegre de Aslan—. Os entrego para siempre este país de Narnia. Os doy los bosques, las frutas, los ríos. Os doy las estrellas y me entrego yo mismo a vosotros. Las criaturas mudas que no he elegido también os pertenecen. Tratadlas con cariño y amadlas pero no volváis a comportaros como ellas, no sea que dejéis de ser Bestias Parlantes. Pues provenís de ellas y a ellas podéis regresar. No lo hagáis." (Vid. Pág. 162).
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